domingo, 23 de marzo de 2008

Ginebra- Beaubourg

La transparencia que hace de Ginebra la antítesis de Geneva Hilliker parece aproximarla al edificio que alberga en París al Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou: http://www.cnac-gp.fr/Pompidou/Accueil.nsf/tunnel?OpenForm El diseño de Renzo Piano y Richard Rogers destripa el edificio de modo que la estructura principal, los pasajes y las escaleras mecánicas se desplazan afuera, liberando todo el espacio interior para las actividades museísticas. Todo tipo de conductos se emplazan igualmente sobre la fachada distinguiéndose en cuatro colores: el azul para el aire, el verde para los fluidos, el amarillo para los revestimientos eléctricos y el rojo para los pasajes. Esta transparencia esta regida por la manera en que se hace visible el interior del edificio y se diseccionan y disponen sus vísceras. Cabe argüir que un tal desentrañamiento implica interiorizar u ocultar otros elementos arquitectónicos. Que al señalar en rojo las pasarelas por las que circula el público y en azul la ventilación se quiere jerarquizar la mirada y definir el modo de ver y representar cada elemento. El gesto que enseña oculta en la misma medida como el trilero al avanzar y retirar sus cubiletes. Quizá esto mismo suceda con Ginebra que nos enseña como comercia con la carne y los estupefacientes. Así alumbra y ordena los aspectos más recónditos de la actividad ciudadana, alejando nuestra mirada de los edificios graves y anodinos en que se abren los maletines para llenar las cuentas de una banca que por algo se dice privada

domingo, 16 de marzo de 2008

Pâquis- Hilliker

El Pâquis es la Otra Ginebra por antonomasia, el barrio de los bares, la prostitución y los hoteles. Comercio carnal y de estupefacientes frente a las finanzas y el comercio de materias primas. Los hoteles atraen una población flotante, emplazada - lago de por medio- frente a la burguesía enraizada de la margen izquierda. Los del borde del lago reciben a un turismo de lujo y ejecutivos de grandes compañías. Las Naciones Unidas y otros organismos internacionales como la OMC o la Cruz Roja son una fuente destacada de clientes de los hoteles del Pâquis. Aunque en las reuniones los delegados nacionales están sujetos a un mismo protocolo, sus alojamientos reflejan la diferencia de sus países de origen. Según se alejan del lago para adentrarse en el Pâquis, los hoteles pierden estrellas, reciben a delegados de países de menor renta per capita, hasta alcanzar la calle de Berna donde los delegados de los PMA (los 50 países menos adelantados según la clasificación de la ONU) comparten la calle - cuando no los establecimientos- con meretrices y camellos. Es en esta calle y sus aledaños donde se hace más evidente las diferencias entre Geneva Hilliker y Geneva, Switzerland.


En su libro "Mis rincones oscuros" (My Dark Places) James Ellroy describe la doble vida de su madre, Geneva Hilliker, que murió asesinada en California cuando él era niño. Durante la semana daba la imagen de una estricta moralidad protestante, fiel a los valores rurales del Medio Oeste estadounidense del que procedía. Educaba sola a su hijo y trabajaba sin descanso para mantenerlo, ya que poco podía esperar del zángano del que se había divorciado. El fin de semana, una vez su hijo James quedaba a cargo del padre, ella se dedicaba a salir y beber sin moderación. Los locales que elige son oscuros tugurios en los márgenes de la ciudad, a veces al borde de autopistas, siempre en áreas de reciente o cambiante urbanización. El hijo sospecha que a menudo se acostaba borracha con hombres que había conocido en la misma noche. Nada de esto resulta demasiado chocante en Los Ángeles de 1957, el año en que ella muere asesinada en una de sus salidas/ escapadas nocturnas. En la descripción del narrador se respira una cierta estrechez del patrón con que juzgaba a su madre, algo del asombro del niño al saber que ella hace cosas que jamás él hubiera imaginado. En cualquier caso, si nos atenemos a la descripción del hijo, la característica principal del carácter de Geneva - denunciada también por su ex marido- es la doblez. Bajo una fachada de estricta rectitud late una mujer fatal, entregada a las pasiones del alcohol y el sexo.



La Ginebra de Suiza en cambio goza de una transparencia que resulta a veces insultante y otras sólo desalentadora, pero siempre admirable. Bajo la piedra gris de la ciudad antigua nada contradice su severa arquitectura. La margen derecha, la Otra Ginebra, es igualmente transparente. El camello se esconde menos de lo que cabría esperar en un lugar de costumbres tan ordenadas. La prostitución resulta mucho más visible que en la mayor parte de las ciudades europeas. Ocupa con desparpajo las calzadas del Pâquis y sus locales eróticos participan en las fiestas del barrio con casetas propias, intercaladas entre las de otros comerciantes. Se dirá que la prostitución es aún más visible en Amsterdam. Cierto, pero aquí no se trata de un "red light district" en que se aísla la prostitución del resto de la ciudad. El local que presta servicios de prostitución tiene a su lado una panadería o un bar normal y en el bullicio cotidiano del barrio los transeúntes parecen entrar a uno u otro de manera indistinta. El hecho de que en verano los locales de alterne abran terrazas cuyas mesas comparten prostitutas y clientes ofrece la medida de esa transparente indiferencia. No, una margen no se escapa de la otra, ni se esconde en ella. No es una ciudad para Geneva Hilliker, Geneva Jekill and Hyde. Con la misma naturalidad con que se despachan millones de toneladas de trigo o de barriles de petróleo se fija el precio por los servicios de la dama con la que se comparte terraza. La luz no deja resquicio y el Ayuntamiento ha decretado la abolición de la esquizofrenia.

domingo, 9 de marzo de 2008

Calle de Lausana.




La calle de Lausana es la arteria principal de la margen derecha del lago. Vía comercial que comunica la estación de tren (Cornavin) con las Naciones Unidas y bordea el barrio de Paquîs, el más nocturno de Ginebra. Lo tiene todo.

sábado, 1 de marzo de 2008

Otra Ginebra

Ginebra. La bebida también, pero sobre todo la ciudad suiza. Un poco también la madre de James Ellroy, Geneva Hilliker. Nada en cambio de la Ginebra artúrica, ni su linaje en Tolkien o C.S Lewis. Algo de la historia de la ciudad, de las costumbres de sus habitantes. Curiosidades con la reconfortante virtud de equiparar conocimiento y anecdotario, como en esas entrevistas en que el periodista se abre paso a marchas forzadas por el cuestionario para alcanzar el momento revelador en que solicita al entrevistado "algunas anécdotas". Otra Ginebra porque se cuenta desde la orilla de un lago que separa a quienes se consideran a sí mismos como autóctonos de quienes no se ven de allí. No se trata sin embargo de contar una Ginebra desde la Otra, como si una margen negara y a la vez diera cuenta de la otra. La orilla derecha, la de la inmigración, las Naciones Unidas y los hoteles, ofrecería el reverso de la moneda que daría su auténtica cara en la catedral calvinista y los bancos, el surtidor del lago emulando al Mont Blanc que sobresale a su espalda. En realidad ambas margenes se niegan mutuamente capacidad de explicar o comentar a la otra. También yo me eximo de esa responsabilidad en esta bitácora sobre la Otra Ginebra.