domingo, 21 de marzo de 2010

UN HOMBRE SOLO: NO EL DE FORD, EL OTRO

El hombre solo de Tom Ford no es el de Isherwood. Sí, es cierto que ambos son profesores en Los Angles de los años 50 y 60. Y que ambos sobreviven malamente a la muerte trágica de su pareja. Se podría pensar que a partir de unos hechos básicos e ineludibles, cada cual escoge su lectura, pero la de Ford, la engolada profusión del diseño y el preciosismo es contraria tanto al discurso explicito de Falconer contra el consumismo como a la parquedad del libro respecto de ropas, decoraciones y mobiliario. Sólo mira lo bonito, comenta alguien sobre Falconer al salir del cine, chicos y chicas, casas, vasos y baños. Ford parece pensar que un gay es necesariamente alguien poseído hasta el extremo por la apariencia de sí y de lo suyo. Justamente lo que hacía Isherwood con una naturalidad y un aplomo impresionante era lo contrario, alejarse de la estridencia y no subrayar ninguna diferencia superflua sino reivindicar a través del dolor el simple derecho de vivir como se elija hacerlo. No digo que la fijación en la moda y el diseño no sea una diferencia tan válida como cualquier otra, digo que no forma parte de la que Isherwood atribuye a George Falconer. Precisamente por eso, porque se centra en Falconer como profesor y vecino, inserto en la comunidad, la discriminación parece más notoria.

Hay al menos otras tres diferencias fundamentales entre ambas historias: Charlotte es en el texto de Ford ex amante de George Falconer; George Falconer ha preparado su suicidio para que tenga lugar en el día que relata la novela; y el desenlace de la historia. En todas estos extremos la película pierde la apoyatura del texto y lo hace en vano, aún peor, lo hace a costa del equlibrio narrativo. En las páginas finales del libro Falconer imagina su muerte y en su imaginación muere como consecuencia de haber amado. La lesión cardiovascular que acaba con él trae origen en una imperceptible huella que se produce en el primer encuentro con su pareja, con la primera mirada. Un impacto del amor que se ahonda día a día con la felicidad compartida y que desemboca finalmente, al término de los días comunes, en un accidente cardiovascular que se lo lleva sin dolor. Nada que ver con la aparatosa premeditación del suicidio por arma de fuego de la película.

Con independencia de que muera o no, Falconer no sucumbe al trauma de la muerte de su amante sino que lo supera. Lo hace rompiendo la dicotomía vida/ muerte que le tortura. Su amante, la expresión mayor de la vida y la felicidad es también quien le da muerte porque esta es el desenlace y la consecuencia del hecho de vivir, de la fuerza y plenitud con que lo hizo.