viernes, 21 de abril de 2017

NOVEDADES CARTOGRÁFICAS EN LA NOVELA AMERICANA

Víctor Sombra y yo hemos leído casi al tiempo los siguientes libros:

Fahrenheit 451 de Ray Bradbury,  Ruido de fondo, de Don DeLillo, Días de combate, de Paco Ignacio Taibo II, Una comedia ligera, de Eduardo Mendoza, Revolucionarios cibernéticos de Edén Medina,  En el mundo interior del capital, de Peter Sloterdijk,  Los Zelmenianos de Moyshe Kulbak, Años Felices de Gonzalo Torné.

Nos hemos entretenido buscando hilos que los vayan emparejando.

Días de combate, de Paco Ignacio Taibo II y  En el mundo interior del capital, de Peter Sloterdijk no nos han gustado. El segundo aplica metáforas interesantes a nuestro entorno, el palacio de cristal, las exploraciones ultramarinas,  pero las conclusiones parecen poco sólidas y muy conformistas.

Ruido de fondo, de Don DeLillo es de los 80 y Una comedia ligera, de Eduardo Mendoza, de los 90. Las dos parecen actuales. Leer al Don Delillo de los 80, su caracterización de la clase media de Estados Unidos, lleva a preguntarse si ya sabía lo que venía, Internet, el apogeo de la globalización neoliberal y lo descontaba en su texto. No claro, no lo sabía, pero si reflejaba las direcciones que se apuntaban, hasta el punto que no habríamos levantado la ceja si nos hubieran dicho que se escribió el año pasado.

Revolucionarios cibernéticos de Edén Medina y  Los Zelmenianos de Moyshe Kulbak nos dan dos visiones poco conocidas de la revolución socialista. Su entronque con la tecnología computacional en el régimen de Salvador Allende, la primera. Y el choque de la revolución bolchevique con la cultura tradicional judía en  Los Zelmenianos, que es también un choque entre jóvenes y mayores en el patio en el que convive una comunidad de artesanos. Esta deliciosa serie de relatos está traducida directamente del yiddish por Rhoda Henelde y Jacob Abecasis y publicada por Xórdica.


Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y Años Felices de Gonzalo Torné abren y cierran esta lista. Es difícil imaginar dos escritores que empleen recursos más diferentes para lograr con eficacia sus objetivos.  Ray Bradbury es conciso, a veces seco. Su poder estriba en la forma poderosa, aunque tosca, de la metáfora distópica que pone ante el lector. Años Felices es un texto sofisticado, lírico a ratos, que se lee con placer y nos invita una y otra vez a dejarnos ir en su cadencia, lográndolo a menudo. Llama la atención la construcción compleja de la historia: dónde se empieza a contar, la superposición de tiempos y puntos de vista. La construcción en estratos permite apreciar la espesura del tiempo relatado y la pluralidad de enfoques. Recuerda a un caleidoscopio en el que la forma compuesta - los años felices del amor en grupo- aparece al girarlo, con el paso del tiempo, quebrada y transformada sin alterar sus componentes.

Es también llamativo el hondo conocimiento de los escenarios sociales y culturales estadounidenses que retrata. Como si en la geografía de la novela americana se registrara un afluente mediterráneo.  Muy americana, y al tiempo una novela de emigración. Lo que no debería ser contradictorio, aunque ya no se sabe, con la que está cayendo del otro lado del Atlántico.

Y sí, es un texto de izquierdas. Dice mucho del papel que juegan los buenos sentimientos, la nobleza de espíritu, en la formación del capital. Al final del libro, todos los componentes iniciales están ahí, pero de nuevo el caleidoscopio ha girado y descubre un nuevo equilibrio. El asombro queda acallado por la lógica geométrica. Vicente Luis Mora trata este aspecto con más detalle en la séptima pregunta de esta entrevista:

http://vicenteluismora.blogspot.com.es/2017/03/entrevista-gonzalo-torne.html