Sombra y yo hemos leído al tiempo Los acasos, escrita por Javier Pascual y publicada por Random House Mondadori.
"Los acasos" de Javier Pascual guarda relación con "Zama" de Di Benedetto. Ambas se ambientan en los límites americanos de la Corona española del siglo XVIII. En ambos la eficacia del lenguaje se asienta, no en una recreación histórica del habla de la época, sino más bien en una recreación esclarecida de los modos de estar y pensar, de los que se desprende aquella.
El formato epistolar funciona muy bien, el suspense final sobre la identidad del autor de las cartas a mi juicio se podría haber remachado algo más, haciéndolo un punto menos especulativo, pero sirve desde luego a preguntarse quién escribe, para qué, por qué. Y la contundencia de estas preguntas acrecientan el valor del texto. Las posibles respuestas apuntan a una sucesión en los roles de la conquista. Hacerse español, como luego estadounidense, o con mayor facilidad, mexicano, será la única vía abierta a los indígenas para paliar su sometimiento, y las lenguas, tanto la interpretación que permite verter la lengua vernácula en la del conquistador, y viceversa, como la escritura, ofrecen una vía privilegiada para llevar a cabo ese tránsito por el que se deja de ser apache.
Y luego está otra función no baladí que es la de hacer emerger ante el lector una historia poco conocida, la de la ocupación española en el siglo XVIII de los territorios que hoy corresponden a Arizona y Nuevo México. Porque se trata de un proto western o, dada la similitud de los contendientes (europeos y apaches) y de los medios de conquista y defensa (los caballos y las armas de fuego, las caballeras cortadas y los poblados) del primer western.
- El primer western era español- le digo a Sombra, al que sé que también le ha gustado el libro. -Y vale por muchos de los que le siguen, tanto en la literatura como en el cine estadounidense-
- Vale- ha contestado Sombra sin entusiasmo- De nuevo descollamos en el crimen y la usurpación-
"Los acasos" de Javier Pascual guarda relación con "Zama" de Di Benedetto. Ambas se ambientan en los límites americanos de la Corona española del siglo XVIII. En ambos la eficacia del lenguaje se asienta, no en una recreación histórica del habla de la época, sino más bien en una recreación esclarecida de los modos de estar y pensar, de los que se desprende aquella.
El formato epistolar funciona muy bien, el suspense final sobre la identidad del autor de las cartas a mi juicio se podría haber remachado algo más, haciéndolo un punto menos especulativo, pero sirve desde luego a preguntarse quién escribe, para qué, por qué. Y la contundencia de estas preguntas acrecientan el valor del texto. Las posibles respuestas apuntan a una sucesión en los roles de la conquista. Hacerse español, como luego estadounidense, o con mayor facilidad, mexicano, será la única vía abierta a los indígenas para paliar su sometimiento, y las lenguas, tanto la interpretación que permite verter la lengua vernácula en la del conquistador, y viceversa, como la escritura, ofrecen una vía privilegiada para llevar a cabo ese tránsito por el que se deja de ser apache.
Y luego está otra función no baladí que es la de hacer emerger ante el lector una historia poco conocida, la de la ocupación española en el siglo XVIII de los territorios que hoy corresponden a Arizona y Nuevo México. Porque se trata de un proto western o, dada la similitud de los contendientes (europeos y apaches) y de los medios de conquista y defensa (los caballos y las armas de fuego, las caballeras cortadas y los poblados) del primer western.
- El primer western era español- le digo a Sombra, al que sé que también le ha gustado el libro. -Y vale por muchos de los que le siguen, tanto en la literatura como en el cine estadounidense-
- Vale- ha contestado Sombra sin entusiasmo- De nuevo descollamos en el crimen y la usurpación-
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