Hoy teníamos previsto charlar de los siguientes textos: "El árbol de la Ciencia" de Pío Baroja; "Tristeza y alegría en la vida de las jirafas" de Tiago Rodrigues; "Acrópolis"de Stanislaw Wyspianski, (en la adaptación teatral de Jerzy Grotowsky de la que existen grabaciones de libre acceso en la Red), "La hija del comunista" de Aroa Moreno, "Gutierrez y las almas muertas" de Andrés Gastey, "Feliz Final" de Isaac Rosa, "Nueva ilustración radical" de Marina Garcés y "Dioses despiadados" de Christos Tsiolkas. Antes de todos ellos estaba "La presunta utopía del Centro Beaubourg" de Gustave Affeulpine, que ha sido la causa de que la reunión quedara inmediatamente suspendida y que quienes nos habíamos reunido en el café Remor (Hortensia Sycomore, Víctor Sombra y un servidor) quedáramos constituidos en el Comité de gestión del Panteón de escritores ginebrinos y su Venerable Estantería. Como su nombre no indica, la tarea de este Comité es la de emplazar en veneración libresca distintas obras de la pequeña república lacustre. Cualquier miembro del Comité puede presentar una moción para que una obra de ficción coloque a un autor ginebrino, vivo o muerto, en el Panteón, lo que permite zanjar con un argumento de autoridad no pocas charlas en el café Remor. El Comité está obligado a resolver inmediatamente la petición. Esto es lo que hizo Sombra con Gustave Affeulpin, poniendo su libro sobre la mesa, y, como secretario del Comité, le insté a exponer sus razones sin más demora:
- Es un libro publicado en 1976. El inventor de un sistema para comprimir la materia logra excavar, durante las obras del Centro Beaubourg de París, más de ochenta pisos subterráneos en los que se levantará ¿o sería mejor decir se hundirá? un centro alternativo a su homónimo de la superficie. El dinero es abolido y todas las decisiones se toman en asamblea por la población subterránea. Las actividades en los distintos espacios se organizan de manera espontánea y libre: espacios para las motos, estudios y talleres de arte, cocinas, lugares siempre abiertos para dormir, debatir y follar (sin concesiones al eufemismo, estos últimos se denominaban «folladeros»). Con esta delirante propuesta "La presunta utopía..." se conforma como un retrato incisivo de la evolución de los distintos movimientos sociales de principios de los setenta, deteniéndose en aspectos como el ecologismo, el feminismo, el amor libre, las bandas urbanas, los movimientos artísticos y su relación con el mercado del arte, y abre interesantes perspectivas sobre economía y gestión de formas alternativas de organización social.
- Nuestro Panteón es solo para obras de ficción. Esta no lo parece- objeté
- Es un extraño texto. Su autor se llamaba en realidad Albert Meister, era un sociólogo especializado en el movimiento asociativo. Una penetrante mirada analítica alumbra las salas subterráneas, descritas minuciosamente, pero no deja de ser un libro de ficción. En realidad el narrador se limita a tomar acta de la vida del centro, que es el verdadero protagonista del libro. Se relatan sus actividades, humores, cómo toma las decisiones y se organiza. Como se alegra, ama y festeja y (lo menos posible) como se reprime, esto es, como se previene frente a ciertas manifestaciones particulares para conservar la vida común. Es la novela de una persona colectiva.
- ¿Y cómo es esa persona?
- Muy de los setenta, pero curiosamente también muy de este siglo. Desinhibida, no acepta trabas ni prohibiciones. Propone una sociedad nueva, pero no imponiendo un esquema ideológico concreto, sino viviendo cada experiencia (ausencia, de dinero, gestión asamblearia, crianza colectiva de los niños) y dejando que otros se sumen a ella y la expandan.
- Lo que cuentas me recuerda un diálogo del "Comité de la Noche" de Belén Gopegui. Uno de sus personajes opone "derribar los cimientos" a empezar a construir otro mundo aquí, a la vista de todos. ¿Como dice? "Una especie de escondite inglés en el que vas moviéndote aunque parece que no te mueves y, por fin, cuando el adversario se da la vuelta, resulta que tu ya has llegado." Eso es.
- Sí que se parece a ese pasaje concreto, de hecho, Meister hablaba de "revolución sin imposición", pero, más allá de esta propuesta concreta, el libro sintoniza con los proyectos narrativos de Gopegui sobre las personas colectivas. En cuanto ejemplo de cómo se cuenta una persona colectiva se trata de la novela de una organización alternativa. Hay mucho de autogestión, comunismo libertario, y cierto entronque asambleario con el 15-M y Ocuppy Wall Street, pero en realidad este texto es tanto un semillero de propuestas como el análisis pertinente de una época. Es agudo y muy divertido. Merece el Panteón.
- Yo estoy en contra- dijo Hortensia Sycomore- no dudo que lo merezca, pero por lo que veo en la Introducción, Meister nació en Basilea y vivió en Paris casi toda su vida. Escribió allí "La presunta utopía".
-Es cierto- dijo Sombra, pero estudió Sociología en Ginebra. Es decir, es aquí donde forjó la perspectiva analítica que hará posible este texto...
- No es suficiente- dijo Hortensia- Quedamos en que la clave para acceder al Panteón ginebrino no es el origen ni el mundo recreado por el autor, sino el lugar en que vive y trabaja al crear la obra. Es así como subimos al Panteón a Rodoreda y Valente, incluyendo en la Venerable Estantería algunas de sus principales obras...Si nos fijáramos en el mundo ficticio que recrean, Salgari sería malayo.
- O caribeño- apunté.
- Me parece un criterio excesivo-
- ¿Demasiado materialista, Sombra?- preguntó Hortensia.
- Injusto, la gente a veces no vive donde quiere.
- Uno es de donde puede, no de donde quiere. ¿Deberíamos fijarnos en donde quiere vivir cada autor? Dijimos que buscaríamos un ángulo que se ha dejado de lado demasiado a menudo: los trasvases entre el mundo que se ocupa y el que se proyecta. Cuanto de Ginebra hay en "La plaza del Diamante". Cuanto de la oficina de la Seguridad Social en que trabaja Kafka en "El Castillo". Si queremos llevar a término nuestro proyecto no podemos empezar a transigir desde el principio.
No tuve más remedio que concluir aquí la conversación, en cumplimiento de mis atribuciones secretariales:
- "La presunta utopía del Centro Beaubourg": denegado.
Nota bene: al escribir esta entrada no sabía que existía una traducción española de "La presunta utopía del Centro Beaubourg", de Valentina Maio, editada por Enclave de Libros: http://enclavedelibros.blogspot.com/p/beaubourg-una-utopia-subterranea.html
- Es un libro publicado en 1976. El inventor de un sistema para comprimir la materia logra excavar, durante las obras del Centro Beaubourg de París, más de ochenta pisos subterráneos en los que se levantará ¿o sería mejor decir se hundirá? un centro alternativo a su homónimo de la superficie. El dinero es abolido y todas las decisiones se toman en asamblea por la población subterránea. Las actividades en los distintos espacios se organizan de manera espontánea y libre: espacios para las motos, estudios y talleres de arte, cocinas, lugares siempre abiertos para dormir, debatir y follar (sin concesiones al eufemismo, estos últimos se denominaban «folladeros»). Con esta delirante propuesta "La presunta utopía..." se conforma como un retrato incisivo de la evolución de los distintos movimientos sociales de principios de los setenta, deteniéndose en aspectos como el ecologismo, el feminismo, el amor libre, las bandas urbanas, los movimientos artísticos y su relación con el mercado del arte, y abre interesantes perspectivas sobre economía y gestión de formas alternativas de organización social.
- Nuestro Panteón es solo para obras de ficción. Esta no lo parece- objeté
- Es un extraño texto. Su autor se llamaba en realidad Albert Meister, era un sociólogo especializado en el movimiento asociativo. Una penetrante mirada analítica alumbra las salas subterráneas, descritas minuciosamente, pero no deja de ser un libro de ficción. En realidad el narrador se limita a tomar acta de la vida del centro, que es el verdadero protagonista del libro. Se relatan sus actividades, humores, cómo toma las decisiones y se organiza. Como se alegra, ama y festeja y (lo menos posible) como se reprime, esto es, como se previene frente a ciertas manifestaciones particulares para conservar la vida común. Es la novela de una persona colectiva.
- ¿Y cómo es esa persona?
- Muy de los setenta, pero curiosamente también muy de este siglo. Desinhibida, no acepta trabas ni prohibiciones. Propone una sociedad nueva, pero no imponiendo un esquema ideológico concreto, sino viviendo cada experiencia (ausencia, de dinero, gestión asamblearia, crianza colectiva de los niños) y dejando que otros se sumen a ella y la expandan.
- Lo que cuentas me recuerda un diálogo del "Comité de la Noche" de Belén Gopegui. Uno de sus personajes opone "derribar los cimientos" a empezar a construir otro mundo aquí, a la vista de todos. ¿Como dice? "Una especie de escondite inglés en el que vas moviéndote aunque parece que no te mueves y, por fin, cuando el adversario se da la vuelta, resulta que tu ya has llegado." Eso es.
- Sí que se parece a ese pasaje concreto, de hecho, Meister hablaba de "revolución sin imposición", pero, más allá de esta propuesta concreta, el libro sintoniza con los proyectos narrativos de Gopegui sobre las personas colectivas. En cuanto ejemplo de cómo se cuenta una persona colectiva se trata de la novela de una organización alternativa. Hay mucho de autogestión, comunismo libertario, y cierto entronque asambleario con el 15-M y Ocuppy Wall Street, pero en realidad este texto es tanto un semillero de propuestas como el análisis pertinente de una época. Es agudo y muy divertido. Merece el Panteón.
- Yo estoy en contra- dijo Hortensia Sycomore- no dudo que lo merezca, pero por lo que veo en la Introducción, Meister nació en Basilea y vivió en Paris casi toda su vida. Escribió allí "La presunta utopía".
-Es cierto- dijo Sombra, pero estudió Sociología en Ginebra. Es decir, es aquí donde forjó la perspectiva analítica que hará posible este texto...
- No es suficiente- dijo Hortensia- Quedamos en que la clave para acceder al Panteón ginebrino no es el origen ni el mundo recreado por el autor, sino el lugar en que vive y trabaja al crear la obra. Es así como subimos al Panteón a Rodoreda y Valente, incluyendo en la Venerable Estantería algunas de sus principales obras...Si nos fijáramos en el mundo ficticio que recrean, Salgari sería malayo.
- O caribeño- apunté.
- Me parece un criterio excesivo-
- ¿Demasiado materialista, Sombra?- preguntó Hortensia.
- Injusto, la gente a veces no vive donde quiere.
- Uno es de donde puede, no de donde quiere. ¿Deberíamos fijarnos en donde quiere vivir cada autor? Dijimos que buscaríamos un ángulo que se ha dejado de lado demasiado a menudo: los trasvases entre el mundo que se ocupa y el que se proyecta. Cuanto de Ginebra hay en "La plaza del Diamante". Cuanto de la oficina de la Seguridad Social en que trabaja Kafka en "El Castillo". Si queremos llevar a término nuestro proyecto no podemos empezar a transigir desde el principio.
No tuve más remedio que concluir aquí la conversación, en cumplimiento de mis atribuciones secretariales:
- "La presunta utopía del Centro Beaubourg": denegado.
Nota bene: al escribir esta entrada no sabía que existía una traducción española de "La presunta utopía del Centro Beaubourg", de Valentina Maio, editada por Enclave de Libros: http://enclavedelibros.blogspot.com/p/beaubourg-una-utopia-subterranea.html
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