A José Luís Hidalgo
Que los muertos callen es normal,
porque lo saben todo.
Lo aprendieron de forma súbita,
o poco a poco.
Al aire libre y solos, en muchedumbre
que avanza diligente de la trinchera
a la fosa. O tranquilos en casa,
en corbata, sin pantalones, en pijama
o harapos. Cada cual a su manera,
entregando a cambio
todo lo que llamaron suyo.
La Ciencia les dio caza de golpe,
anunciada por el metal frío
que roza la nuca,
egregio, condescenciente,
como si ordenase un caballero,
como si entregara un título.
O se hicieron sabios en silencio,
milímetro a milímetro, ganglio a ganglio,
como una lección duramente aprendida.
Los muertos callan porque lo saben todo.
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