- Habíamos quedado en hablar de
otras dos novelas- le he advertido,
señalándolas sobre la mesa. Y he añadido:
- Son dos recomendaciones. “El cuello de la Jirafa”, de
Judith Schalansky, traducida por Juan
José del Solar para Random House Mondadori, me la propuso Margarita Ruby, la librera de La
Rayuela de Berlín, señalándola como de lo mejor de la literatura alemana
actual. Además la acción sucede en el antiguo territorio de la RDA…La otra la recomendó Belén Gopegui en una charla en la librería Albatros: “Soy una caja” de Natalia Carrero, publicada por Caballo de Troya-
-
Ya-
concedió Sombra- pero antes quería acabar con “ Los Besos de Lenin”. Hemos
dejado escapar una lectura interesante del discapacitado como sujeto
revolucionario…-
-
No
voy a preparar té para hablar de una novela de la que ya hemos hablado…- he zanjado,
pero Sombra no escuchaba:
-
El
discapacitado es en la novela el que está capacitado de otra manera. Cuenta con habilidades increíbles que surgen
a partir de distintas carencias. El ciego es capaz de oír la caída de un
alfiler en un teatro repleto. La tejedora parapléjica ejecuta siempre los
mismos bordados a velocidad de vértigo y con gran precisión. Un tuerto hilvana
cinco agujas con un solo golpe de hilo… Unos se complementan a otros…Unos ponen los pies, otros los ojos, otros más los oídos. Forman un
equipo, una troupe, un colectivo-
-
¿Y?-
le he preguntado
-
La
carencia llama a la complementariedad y eso hace a los habitantes de Liven especialmente
acordes con la Quimera, que es el mejor símbolo de nuestros tiempos
híbridos. Las sillas de ruedas y prótesis, los dispositivos y objetos propios de sus tareas les acercan, uno por uno y en conjunto, a las Quimeras…-
De repente me ha molestado escucharle, que se estuviera saliendo con la suya.
-
No
voy a escuchar más sandeces, Sombra- he zanjado- Di lo que tengas que decir sobre las novelas de hoy, no sobre textos ya
comentados-
Sombra se ha callado. Quizá ha pensado lo
mismo que yo. Que si decía un par de frases sobre los libros que le pedía
discutir podríamos volver al que él proponía. Se ha sentado frente a mí
sonriendo:
-
No
tienen nada que ver, Monty- ha dicho, señalando los libros que había dispuesto sobre
la mesita del té.
-
¿No
te han gustado?- he preguntado.
-
Sí, sí me han gustado, los dos, pero cada uno por su lado. No tienen
nada que ver uno con otro- ha añadido, sin soltar aún el libro de Yan Lianke-
No entiendo porque los comentamos al tiempo-
-
Eso
no es cierto- he contestado, sin animarme aún a preparar el té ante la falta de
disposición dialogante de Sombra- Los
dos proceden de autoras de edad parecida, ambas de Europa Occidental…Las dos ilustran
sus propios textos…-
-
Parecidos
epidérmicos- ha concluido Sombra.
-
Los
dos libros están estructurados alrededor de un eje narrativo externo. “Soy una caja”,
a partir de los textos de Lispector. “El Cuello de la Jirafa” a partir de las
nociones básicas de un curso de biología evolutiva. Ambos textos se producen
como un diálogo o un comentario de las narraciones que los transcurren…-
-
¿Y
qué?- ha preguntado Sombra y ha añadido, elevando la voz:
-
Es
mucho más lo que los separa. Escoge uno de ellos y dejemos el otro para la
semana siguiente-
Me ha visto dudar y se ha crecido.
-
O hablemos de Yan Lianke- ha zanjado.
-
Te
diré lo que haremos- le he contestado- No vamos hablar de ninguno de los tres
libros. Hoy no hay té-
No parecía importarle. Se ha levantado
despacio sin perder la sonrisa:
-
En
todo caso el té últimamente te sale demasiado aromático. Rebuscado. Cargado. Una inhalación vale por
dos tazas-
-
A
otros siempre les salió insípido- le he contestado sin pensarlo, mirándole
salir por donde había venido.
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