La presentación en la librería Albatros de Ginebra de la novela de Belén Gopegui " El Comité de la Noche" resultó especialmente luminosa. Raúl Pessina, fiel a su estilo analítico y dialogante, fue identificando distintas facetas del texto que en la conversación con Gopegui quedaban perfiladas, desplegadas ante el público y devueltas de nuevo al mismo. La estructura de la novela, los distintos personajes y las relaciones entre ellos, el uso de distintos puntos de vista, el empleo de los géneros, fueron sometidos a este tratamiento dialógico. No fue sin embargo una conversación centrada sólo en las técnicas y estrategias narrativas, sino que se habló de estas en conexión con muchas otras cosas. La venta de sangre y sus vínculos con otros tipos de comercio, más o menos cercanos - de órganos, de cuerpos, de fuerza de trabajo-. El surgimiento de la vocación literaria, de Salgari y Proust. De como el anuncio del que se ofrece para cobrar deudas, leído al revés, define a un personaje que ayuda a no pagarlas. Un personaje que es a la vez uno más y único.
Quedaron muchos temas en el tintero pero la conversación entre Pessina y Gopegui puso en evidencia el sofisticado andamiaje de la novela y su vigoroso entronque con la narrativa global que nos lleva. Curiosamente la noche anterior me había llegado un reflejo de esa falta de ensimismamiento. Al bajar por la calle Voltaire me encontré con un grupo variopinto de personas que charlaban a la salida de la librería Fahrenheit 451. Distinguí a la escritora hablando con Pierre Wyrsch, librero de bagaje punk que desempeña su oficio ante un impresionante fondo bibliográfico de temática anarquista. Estaba también el poeta Pedro Tena. Varios participantes en el 15-M y otros que tomaron parte en la ocupación coetánea, pero menos duradera, del Parque Bastión en Ginebra. La traductora Mercedes Mendoza, a la que todos felicitaban por su interpretación de un debate recién concluido. Llevaba mucha prisa y no pude averiguar de que se trataba exactamente. Sin embargo, por lo que pude oír mientras me paraba a saludar a un amigo estalinista que a su vez charlaba con un viejo militante cenetista, radicado en Lausana, supe que en Fahrenheit se habían intercambiado experiencias sobre distintos movimientos de protesta y rebelión más o menos recientes, desde el 15-M y sus derivaciones en Podemos al YoSoy 132 mejicano, y algo oí también de la revolución Rohova y lo que está sucediendo en el Kurdistán sirio... En fin, era de noche, pero la acera siguió un buen rato iluminada.
Quedaron muchos temas en el tintero pero la conversación entre Pessina y Gopegui puso en evidencia el sofisticado andamiaje de la novela y su vigoroso entronque con la narrativa global que nos lleva. Curiosamente la noche anterior me había llegado un reflejo de esa falta de ensimismamiento. Al bajar por la calle Voltaire me encontré con un grupo variopinto de personas que charlaban a la salida de la librería Fahrenheit 451. Distinguí a la escritora hablando con Pierre Wyrsch, librero de bagaje punk que desempeña su oficio ante un impresionante fondo bibliográfico de temática anarquista. Estaba también el poeta Pedro Tena. Varios participantes en el 15-M y otros que tomaron parte en la ocupación coetánea, pero menos duradera, del Parque Bastión en Ginebra. La traductora Mercedes Mendoza, a la que todos felicitaban por su interpretación de un debate recién concluido. Llevaba mucha prisa y no pude averiguar de que se trataba exactamente. Sin embargo, por lo que pude oír mientras me paraba a saludar a un amigo estalinista que a su vez charlaba con un viejo militante cenetista, radicado en Lausana, supe que en Fahrenheit se habían intercambiado experiencias sobre distintos movimientos de protesta y rebelión más o menos recientes, desde el 15-M y sus derivaciones en Podemos al YoSoy 132 mejicano, y algo oí también de la revolución Rohova y lo que está sucediendo en el Kurdistán sirio... En fin, era de noche, pero la acera siguió un buen rato iluminada.
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