Las memorias de Jan Wong, RED CHINA BLUES, publicadas por Anchor
en 1996, cubren dos periodos claves de la historia contemporánea china. Jan
Wong llega a China como fervorosa estudiante maoísta en 1972, periodo final de
la Revolución Cultural. Es aceptada como la primera estudiante extranjera de la
Universidad de Beijing y vive allí la muerte de Mao, la defenestración de la
Banda de los Cuatro y la primera vuelta al poder de Deng Xiaoping. Parte de sus
estudios los cumple en fábricas y granjas como estudiante obrera. Regresa a Canadá
en 1980 y no vuelve a Beijing hasta 1988, esta vez como corresponsal del Globe
de Toronto, encontrándose un país en plena efervescencia previa a Tiananmen.
Vivirá de primerísima mano los disturbios, ocupando la noche del 4 de junio de
1989 una habitación del Hotel Beijing cuyo balcón da a la Avenida de la Paz
Eterna, casi en su confluencia con la plaza, un observatorio privilegiado para
algunas de las escenas más cruentas de la noche, con las tropas disparando en
aquel punto a estudiantes desarmados, pero también de las más singulares, como
las del famoso Hombre Tanque. Vivirá la separación del poder de Deng Xiaoping y
su regreso triunfal con la gira del sur en 1992, último de los momentos
políticos decisivos en la conformación de la China que hoy conocemos.
El libro lleva el revelador subtitulo de Mi Larga Marcha: de Mao a la
Actualidad y en ningún
momento se oculta que el comunismo de juventud de Jan Wong se transformó con
los años, poco antes de su regreso a Canadá en 1980, en oposición manifiesta al
sistema chino. Sin embargo, el libro supone un relato honesto de unos
años en que apenas había occidentales en China y Jan Wong, hija de un rico
inmigrante establecido en Canadá, relata con su propio periplo la evolución de un entorno al que se va asimilando de forma creciente. Su relato transparenta el esfuerzo por separar los hechos
de su interpretación hasta el punto que da cabida a una lectura maoísta, que
vería su larga marcha hacia la democracia liberal como el resultado de pulsiones
de clase derivadas de su bagaje familiar.
Hay sin duda otros relatos más documentados sobre los sucesos del
4 de junio de 1989, entre los que destacan los llamados "papeles de
Tiananmen" recopilados por una fuente que se mantiene en secreto pero se supone
cercana al Secretario General del PCCH de la época, Zhao Ziyang y publicados por la revista americana "Foreign Affairs". Este documento contiene un resumen de las deliberaciones del Comité
Permanente del PCCH y de las reuniones informales, aún más decisivas, a las que se suman antiguos dignatarios como
Deng Xiaoping. Sin embargo el hecho de
que Jan Wong estuviera primero en la eclosión social que sigue a la
defenestración de la Banda de los Cuatro y de nuevo diez años después permite
comparar ambos periodos y adoptar una perspectiva de más alcance sobre Tiananmen.
La eclosión social de finales de los 70 guarda similitudes con la
de finales de los los 80 pero también revela diferencias interesantes. En
ambos casos hay jóvenes en búsqueda de cambio y apertura. En el primer
caso se rebelan contra la violencia y arbitrariedad de los guardias rojos. Se
quiere volver a la Universidad como lugar de estudio tradicional y al tiempo
abrir el país al exterior, borrando el componente autárquico/ nacionalista de
los años previos. Son los años de los "dazibaos" o "periódicos en grandes caracteres", carteles informativos que se pegan en los muros en Tiananmen pero también en los de muchas Universidades y centros de trabajo. Las autoridades y la población más crítica juegan a fijar un límite entre ambos sin
que al final resulte necesaria una delimitación estable al quedar claro que
grandes capas de la ciudadanía, cansadas de la politización intensiva de los
últimos años de Mao, están más interesadas en explorar sus gustos y acumular
experiencias y participar de forma creciente en el desarrollo económico.
En Tiananmen, diez años después, hay dos pulsiones diferentes: la
democrática y la que lucha contra la corrupción. A su vez las dos está unidas
por lemas como "El poder absoluto corrompe absolutamente" La
corrupción es también el tema que une a los estudiantes con los obreros, que, con
las reformas liberalizadoras y la creciente desigualdad y corrupción ven
amenazado el llamado "cuenco de arroz de acero" La opulencia de los
dirigentes, empezando por Deng Xiaoping y sus cinco hijos, contrasta con la aún
cercana austeridad maoísta. Jan Wong recuerda el pudor con que los hijos de los
grandes nombres del maoísmo ocultaban su origen en la Universidad. Ninguno de
las dos pulsiones son ajenas a los intensos debates en el seno del PCCH, hasta
el punto que hasta el final Zhao Ziyang considera que el partido comparte las
motivaciones de las protestas, tanto la democracia como la lucha contra la
corrupción. Hay mucho debate sobre democracia en las semanas previas a
Tiananmen pero sólo de forma marginal se enfoca hacia el multipartidismo.
Aunque la reforma del PCCH es un tema recurrente se incide a menudo en que mantenga
un papel clave en la nueva China. Muchos consideran las protestas patrióticas y
las apoyan fabricas, Universidades, y otras instituciones.
Otra diferencia estriba en el papel del Ejército. A finales de los 70 la
policía trata de reconducir más que reprimir a los disidentes y el Ejercito
se mantiene al margen. Poder central en el Imperio del Medio, se trata de
la institución más respetada, la única que los guardias rojos no atacan y al
tiempo la que pone límite a los excesos de estos. Desde la guerra de liberación que les condujo al poder, el régimen ha puesto el énfasis en la identificación entre las masas y el ejercito popular.
En los papeles de Tiananmen se observa cómo en los días previos al 4 de
junio Deng Xiaoping se acaba enfrentando abiertamente con el Secretario
General del PCCH Zhao Ziyang al que termina por desplazar del poder. Pese a la tensión en la plaza este sigue pensando que los estudiantes quieren lo mismo que el partido. Las masas populares, las que luego tratarán de cerrar el
paso a los tanques, les apoyan. Si el Gobierno les escucha los estudiantes acabarán abandonando la
plaza. Para Deng Xiaoping lo importante es el desarrollo económico y, para alcanzar este, la ausencia de disturbios, tanto internos como externos. La ocupación de la
plaza principal de China, el símbolo de su poder, arruina su imagen exterior y
desanima a los inversores extranjeros. La imposibilidad de recibir a Gorbachev en la plaza, apenas unos días antes, le ha resultado tremendamente humillante.
Estos debates explican mejor las escenas finales del drama. Alrededor
de las 4 de la madrugada del 5 de junio un último grupo de estudiantes
permanece en la plaza, apiñado en torno al monumento a los héroes. Cantan
"La Internacional". El Ejercito, tras romper a tiros y bajo el peso
de los tanques la defensa que la población ofrecía en varias de las avenidas
que confluyen en la plaza, se acerca a ellos por todas partes. En su avance los
tanques derriban tiendas de campaña, paneles informativos, barricadas, aplastan
las últimas fogatas. A lo lejos siguen sonando disparos. Los
estudiantes siguen cantando, pero nadie escucha. Al gato no le importa su color pero tampoco el de los ratones.
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