La adaptación es una de las ideas - fuerza de la época que nos ha tocado vivir. La adaptabilidad se asimila a la inteligencia, sobre todo a la emocional. Es una aptitud asociada a las especies que perduran con lo que le pertenece el prestigio de lo evolutivo y lo genético, y sobre todo de lo vivo. Se asocia también a los grandes desafíos de nuestra época, las medidas contra el cambio climático pueden ser de mitigación ( centradas en la reducción de las emisiones) o de adaptación, más elaboradas e imbuidas de un sabio pesimismo por cuanto asumen que el cambio ya se está produciendo y llaman a compaginar el sistema económico y social a la nueva situación.
La adaptación puede ser una noción progresiva, que llama al cambio social, como ocurre en la reclamación de que el origen de la discapacidad física está en la falta de adaptación del entorno a todos, y no sólo algunos, de sus habitantes. Es también un ingrediente de la sabiduría vital que llama a adaptar la conducta y actividades a la edad. A menudo sin embargo la flecha de la adaptación se vuelve contra el sujeto y las colectividades. No está bien que los viejos bailen, se emborrachen o corran. Hemos de adaptar nuestros contratos al sistema económico y reducir los derechos sociales en época de crisis, hemos de reducir las libertades por exigencia de la paz social en épocas turbulentas, y así, paso a paso, la adaptabilidad que astutamente se nos ha vendido como índice de inteligencia, se convierte en una herramienta de los poderes económicos y del Estado que los representa para hacer maleable el cuerpo social y diseñarlo a su antojo, es decir en función de su beneficio. Nos lo recuerdan entre otros las asociaciones de discapacitados: frente a la adaptabilidad como vasallaje se levanta la emancipación, que reclama adaptar el entorno a la conquista del propio destino.
sábado, 15 de junio de 2013
ADAPTACIÓN: ¿EMANCIPACION O VASALLAJE?
Etiquetas:
adaptación,
contratos,
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